Desde hace años en los círculos científicos se habla de la posibilidad de que se produzca una nueva pandemia de gripe como la que ocurrió en 1918. ¿Las razones? La persistencia en las aves de una forma de gripe muy patogénica, que comenzó en Asia y que, a pesar de los esfuerzos realizados por destruirla, habiéndose sacrificado más de 100 millones de pollos, vuelve a aparecer cada ciertos años, cada vez con más casos y extendiéndose a más países de Europa y América.

Cuando hablamos de gripe, solemos sentirnos más o menos tranquilos, porque la experiencia cotidiana nos dice que nadie se muere de una gripe. Sin embargo, a pesar de que el virus que suele afectarnos casi todos los inviernos, aun siendo tan cambiante, es moderadamente suave, en este último siglo han aparecido variedades muy virulentas, que han diezmado la población. El ejemplo más conocido es la llamada Gripe Española, que surgió en Estados Unidos entre un grupo de soldados que estuvo en contacto con aves. Como los supervivientes de esa infección, que aun portaban el virus, viajaron a Europa para luchar en la primera guerra mundial, hicieron extender la enfermedad. Algunos historiadores dicen que la guerra terminó precisamente debido a esta epidemia que mató en unos seis meses, según los cálculos actuales, a 40 millones de personas, aparte de los muertos por la guerra, que se estima que fueron unos nueve millones. El sobrenombre que recibió de Gripe Española se debe a que como España se mantuvo neutral, sus periódicos no tenían censura y pudieron informar de la enfermedad con total libertad.

Los virus de la gripe infectan a una amplia gama de huéspedes, desde los roedores, pasando por los animales domésticos y el hombre. Si bien los distintos virus se especializan en cada especie, hay algunos animales como el cerdo que también pueden acoger virus que afectan a las aves y al hombre, pudiendo servir de tubo de ensayo para que se produzcan recombinaciones entre ellos. Incluso a veces los mismos virus son capaces de mutar espontáneamente y ampliar así el rango de hospedadores.

Los virus de la gripe pertenecen a la familia Orthomixovirus, y al género influenza, tipo A. Son virus que contienen ocho fragmentos de ARN (ácido ribonucleico) rodeados de una cápsula proteica donde sobresalen dos tipos de proteínas, formando espículas: hemaglutininas (H) y neuraminidasas (N). Existen 16 tipos de hemaglutininas y 9 tipos de neuraminidasas y la combinación de ambas da como resultado las denominaciones que tienen las distintas variedades de gripe, desde H1N1 hasta H16N9. Mientras que las hemaglutininas permiten la entrada del virus en las células, las neuraminidasas facilitan la diseminación de los nuevos virus formados.

El virus gripal es genéticamente lábil, es decir, que cuando se replica en el huésped no tiene un sistema de corrección de errores, sino que va incorporando cambios con el tiempo, lo que le sirve para eludir las defensas del hospedador. Esto se llama deriva antigénica, y es lo que hace que de un año para otro, no sirva la misma vacuna antigripal. Pero además si un paciente se ha infectado con dos virus de la gripe distintos, ambos virus pueden intercambiar material genético, dando lugar a variantes nuevas. Como su genoma no es único, sino que está formado por ocho fragmentos, al reconstituirse dentro de la célula, si hay dos virus, se pueden juntar varios fragmentos de ARN de un virus con varios fragmentos de otro.

Durante los años 2004 al 2006 se produjeron brotes de una variedad de gripe del pollo, H5N1, muy virulenta. Se la llamó “gripe aviar”. Puede matar a los pollos el mismo día de la infección, y se trasmite entre ellos rápidamente. Por otra parte, los patos salvajes se ven poco afectados por esta gripe pero sirven de trasmisores entre unos lugares y otros. Se ha observado que esta variedad de gripe aviar excepcionalmente se puede trasmitir a personas jóvenes y sanas que estén en estrecho contacto con los animales, como ganaderos, veterinarios, etc. provocando una gripe muy fuerte, con síntomas de neumonía, y que en la mitad de los casos suele ser mortal. Es decir, se ha observado que la enfermedad animal ha saltado la barrera de especie. Pero por suerte no se contagia de persona a persona.

Cuanto más se extienda la gripe entre los pollos, más posibilidades de contagio hay para los humanos. Y el riesgo aumenta todos los años con la llegada del invierno, en que muchas personas cogen la gripe (la humana, que es la variedad H3N2). Si una persona se coinfectase al mismo tiempo con estos dos virus, el humano y el de pollo, H5N1, podría gestarse un nuevo virus (posiblemente del subtipo H5N2) que fuese tan letal como el del pollo y que pudiese transmitirse tan eficazmente como el humano, con lo cual estaríamos ante una epidemia de consecuencias difíciles de imaginar. Tal como se ha sabido recientemente la gripe de 1918 también tuvo un origen aviar, y la variedad causante fue la H1N1.

También en el año 2009-2010 sufrimos una pandemia causada por una variante del virus de la gripe de origen porcino (subtipo H1N1), a la que llamaron gripe A, si bien a pesar de todas las alarmas desatadas, su letalidad fue muy baja.

El origen de la infección fue la mezcla de una cepa procedente de aves, dos cepas de cerdos y una humana que saltó la barrera de los cerdos a los humanos, y que luego era capaz de transmitirse de persona a persona.

Si recordamos qué hacemos cuando tenemos una gripe, veremos que lo usual es dejarla pasar, porque contra ella no sirven los antibióticos ni hay otro remedio que no sea sufrirla resignadamente reposando en cama. Contra los virus lo mejor es la prevención, con medidas de higiene extremas, desinfectando lugares y ropas, lavándose las manos, tapándose la boca al estornudar o toser, y usando mascarillas y aislando a las personas potencialmente infectadas, si una epidemia llegase a suceder. Aunque la trasmisión alimentaria es del todo improbable, es recomendable que los productos derivados del pollo, cerdo y aves, incluidos los huevos, se consuman bien cocidos.

El uso de los medicamentos llamados interferón, como la famosa marca Tamiflu, debe recetarlos un facultativo cuando la infección ya se ha producido. No tienen un efecto preventivo, y además no están exentos de efectos secundarios.

La solución definitiva para evitar en el futuro una posible pandemia pasa por la vacunación, pero esto no es inmediato, primero se tendría que desencadenar la epidemia, luego hay que aislar e identificar al nuevo virus y posteriormente la vacuna se ha de fabricar en los laboratorios y hacer las pruebas necesarias para garantizar su inocuidad, lo cual puede llevar un mínimo de cuatro meses.

Como vemos se requiere un buen entramado de investigadores en distintos lugares del mundo que puedan intercambiar información con celeridad, llegado el caso.

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