Los problemas intestinales en nuestro mundo actual son tan cotidianos, que no les prestamos la debida atención y solemos considerarlos como algo inevitable. Las peculiaridades de nuestra sociedad favorecen las prisas y la ingestión de comida rápida, privándonos de una alimentación equilibrada y de la tranquilidad necesaria para una buena digestión. Además, los movimientos peristálticos del tubo digestivo están controlados por el sistema nervioso autónomo, de ahí que pequeñas alteraciones nerviosas, como la ansiedad, el estrés, las preocupaciones diarias y las situaciones nuevas repercutan sobre el funcionamiento del mismo. En determinadas personas esta repercusión es más patente, y va acompañada de una sensibilidad mayor del intestino, que posee un umbral más bajo para el dolor, y de una mayor actividad de la microbiota bacteriana cecal, que fabrica más gases y sustancias irritantes, provocando con más frecuencia molestias digestivas. Es entonces cuando hablamos del síndrome del intestino irritable.

Síndrome es una palabra que se utiliza para describir trastornos que engloban una serie de síntomas que se producen conjuntamente sin que estén claras las causas que lo generan. Se trata más de un desarreglo que de una enfermedad. Aproximadamente una de cada cinco personas lo padecen, si bien las cifras no se conocen con exactitud, ya que existe cierta reserva a la hora de hablar del tema. Este problema intestinal, anteriormente llamado colon irritable, suele ser en general de carácter leve y puede remitir totalmente durante largos periodos de tiempo. Es una alteración funcional de carácter crónico, que no provoca nunca una inflamación intestinal ni aumenta las probabilidades de cáncer digestivo ni se transforma en una enfermedad seria, como podrían ser la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. Tan sólo se trata de una descoordinación de la capacidad motora del tubo digestivo acompañada muchas veces de susceptibilidad intestinal por malos hábitos alimenticios.

Las paredes del intestino están revestidas con capas de músculos que se contraen y relajan provocando el movimiento de los alimentos hacia adelante. Si se dan problemas en la coordinación de esas contracciones se producen distintos episodios de estreñimiento, diarrea y dolor intestinal. A veces las contracciones son más largas y fuertes de lo normal, con lo cual la comida es forzada a pasar por los intestinos más deprisa, causando gases, distensión y diarrea, y otras veces son contracciones lentas, que provocan estreñimiento. Al mismo tiempo, los pacientes tienen una mayor sensibilidad a los estímulos originados en el intestino. Suelen presentarse los siguientes síntomas: dolor abdominal, hinchazón, pesadez, meteorismo, y en algunos casos, calambres, vómitos y eliminación de mucus con las heces. La mayoría de las molestias mejoran o desaparecen con la defecación o expulsión de aires.

Uno de los motivos que agravan el síndrome del intestino irritable es una mala alimentación, a base de pan y harinas refinadas, azúcares, productos lácteos y refrescos, ya que estas sustancias producen en estos pacientes una irritación de la mucosa intestinal, que no permite absorber bien determinados nutrientes, generando un déficit de vitamina B, zinc y ácido fólico, necesarios para la producción de las enzimas digestivas. Por esta razón no se lleva a cabo la completa digestión de los carbohidratos, que pasan al intestino grueso, sirviendo de alimento a algunas de las bacterias que allí viven, que en consecuencia crecen en exceso, rompiendo el equilibrio microbiano. Estas bacterias compiten por nutrientes, robándoselos al cuerpo, y además, al fermentar los alimentos producen gases y sustancias tóxicas que provocan una mayor irritación intestinal. La pared del intestino se defiende generando una gran mucosidad que le lubrica y protege, pero que dificulta la absorción de nutrientes.

Las alergias o intolerancias alimenticias empeoran los síntomas, así como determinados alimentos: chocolate, leche, alcohol, cafeína, bebidas gaseosas, legumbres, fritos y grasas. Las mujeres son dos o tres veces más propensas que los hombres a padecer esta afección, por lo que parece estar asociado a cambios hormonales. Y al mismo tiempo suele ir ligado a la historia familiar, por lo que debe existir un componente genético.

Para el síndrome del intestino irritable no hay remedios infalibles. Se aconseja vivir la vida sin tensiones, practicar ejercicio físico de forma regular, beber muchos líquidos, comer en horarios fijos, en pocas cantidades, y masticando adecuadamente.

Los afectados deben llevar un registro de los alimentos que comen y las molestias que les acontecen, para ir adquiriendo un conocimiento personal en cuanto a las comidas que les sientan mal. Es fundamental recuperar unos hábitos alimenticios equilibrados y sanos, restringiendo el consumo de  azúcares, como la lactosa (de la leche), la fructosa (de la fruta) y el sorbitol (presente en algunos chicles sin azúcar y dulces dietéticos), que en estos pacientes no se absorben correctamente. Es recomendable tomar suplementos de vitamina B y C, para contrarrestar las deficiencias que pudieran surgir. Suele dar buen resultado incorporar fibra a la alimentación, recordando beber mucha agua para que produzca efecto. Como al principio puede causar diarrea, gases y retortijones, hay que incrementar su cantidad gradualmente a lo largo de varias semanas. La podemos encontrar en el salvado de trigo, en los cereales integrales, las legumbres, las frutas y las semillas. Si no se tolera bien, venden también preparados a base de mucílago. Sin embargo, se desaconseja el uso de laxantes, puesto que aunque pueden remediar el estreñimiento a corto plazo, a la larga agudizan las molestias.

De entre todos los remedios herbales, el más utilizado es la menta, antiespasmódico natural, que relaja la musculatura lisa del intestino, ayudando a la digestión y aliviando los gases intestinales.

Los probióticos son las bacterias «buenas» del intestino, que normalmente viven en el intestino, pero que en las personas con el síndrome del intestino irritable pueden estar en un número más reducido. Hay estudios que indican que los suplementos probióticos, especialmente los compuestos por Lactobacillus acidophilus, alivian notablemente los síntomas.

Por último, se ha comprobado que en los casos que cursan con fuerte dolor abdominal y sintomatología muy acusada los medicamentos antidepresivos son efectivos.

 

 

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