El ojo es uno de los órganos más fascinantes de la naturaleza, específicamente diseñado para reaccionar a la luz, y traduciendo luego esa energía óptica en impulsos eléctricos que llegan hasta el cerebro, el cual compone las imágenes. El ojo realmente no ve sino que es el cerebro el que nos aporta una reproducción visual de la realidad. La información que recibe a través de los dos ojos, que miran desde distintos ángulos, la conjuga y compensa en el quiasma del nervio óptico, y la procesa posteriormente en la corteza cerebral para conseguir una visión estereoscópica, donde los objetos recuperan su apariencia no invertida.

El ojo es una especie de globo acuoso, en cuya parte frontal se sitúan los elementos ópticos y en la parte posterior se compone la imagen. Está formado por tres capas: esclerótica, úvea y retina. La más externa es la que forma el llamado «blanco del ojo». Es una capa protectora fibrosa y resistente, que cuando llega a la parte anterior se hace transparente denominándose entonces córnea. La córnea está a su vez protegida por la conjuntiva, membrana que recubre la superficie interior de los párpados.

La capa intermedia, úvea, contiene muchos vasos sanguíneos, nervios y células pigmentadas. La parte delantera conforma el iris y los músculos ciliares que sostienen el cristalino, dejando una abertura redonda que conocemos como pupila, mientras que la parte posterior se llama coroides y nutre a la retina. Finalmente la capa más interna contiene a las células fotosensibles, conos y bastones. Hay unos seis millones de conos, localizados fundamentalmente en una pequeña zona de unos 0.3 mm de diámetro llamada fóvea. Están especializados en la visión diurna, aguda y cromática, y se distinguen los conos que responden a la luz azul, los que lo hacen a la luz verde, y los que registran la luz roja, formándose el espectro de colores por combinación de los estímulos de estos tres tipos. Los bastones se encuentran repartidos por toda la retina en un número cercano a los 120 millones, y son capaces de registrar intensidades de luz muy bajas. Se utilizan por tanto en la visión nocturna pero como no están especializados para captar distintos tipos de longitud de onda, permiten apreciar tan sólo tonalidades grises.

El daltonismo, denominado así por el físico y químico británico John Dalton, que lo padeció y estudió, es un trastorno hereditario ligado al sexo, sufrido mayoritariamente por los varones, caracterizado por la imposibilidad de distinguir determinados colores y que está producido por la falta de uno de los tres tipos de conos.

El ojo funciona como una cámara fotográfica, pero de manera mucho más precisa. La pupila actúa como un diafragma, regulando instantáneamente la cantidad de luz que entra al ojo, cerrándose en ambiente muy luminosos y abriéndose en zonas sombreadas. Además el ojo enfoca automáticamente los objetos para asegurar la nitidez de la imagen. Esta acomodación visual se realiza por medio del cristalino, lente situada detrás de la pupila que se curva o se estira por acción de los músculos ciliares, en función de que el objeto que queramos ver esté cerca o lejos de nosotros. A diferencia de las lentes fotográficas, el cristalino no es rígido sino flexible, por tanto tiene un poder de refracción variable. Pero además tenemos otra lente natural que es la propia córnea que desvía y concentra la luz hacia el interior del cristalino.

Los defectos más normales de la visión tienen que ver con la refracción, es decir, con el modo de desviar la luz que llega al ojo para hacerla converger en un punto determinado de la retina.

En la hipermetropía la imagen se proyecta detrás de la retina, o bien por ser el cristalino menos curvado de lo normal, o la córnea excesivamente plana o el ojo muy pequeño. El hipermétrope ve bien a distancias lejanas, pero no enfoca adecuadamente objetos cercanos, por eso los hipermétropes consiguen leer sólo teniendo alejado el libro. El cristalino debe aumentar su curvatura incluso para enfocar objetos más alejados, así que el músculo ciliar no está nunca en completo estado de relajación, lo que se traduce en cansancio, sueño y enrojecimiento de los ojos. Este defecto se corrige por medio de lentes convexas, gruesas en el centro y delgadas en los bordes. En algunos niños la hipermetropía puede ir asociada a estrabismo.

En la miopía la imagen se forma delante de la retina, porque el cristalino o la córnea están demasiado curvados, o porque el ojo es excesivamente alargado, ovalado más que redondo. Los miopes ven mejor de cerca que de lejos, por eso coloquialmente se les llama «cortos de vista». Cuando se está desarrollando una miopía, los síntomas que se notan son dolor de cabeza tras largos ratos de lectura, tendencia a guiñar los ojos para enfocar mejor los objetos lejanos y acercamiento excesivo a los libros o cuadernos mientras se lee o escribe. Como el miope tiene un exceso de poder convergente necesita una lente cóncava para contrarrestarlo, delgada en el centro y gruesa en el borde.

En el astigmatismo la superficie de la córnea o del cristalino no son perfectamente esféricas, con lo cual no se enfocan correctamente los objetos en determinados ángulos de visión. Mover los ojos más rápido que la cabeza o ladear la cabeza hacia un lado para enfocar la mirada pueden ser indicios de desarrollo de este defecto visual, cuya solución consiste en el uso de lentes esféricas o tóricas. Todos los ojos sin embargo tienen un cierto componente astigmático.

La presbicia o vista cansada aparece generalmente a partir de los 45 años de edad, y consiste en la pérdida de elasticidad del cristalino que no enfoca bien ni los objetos lejanos ni los cercanos, porque pierde su poder de acomodación. Dado que el cristalino tiende a quedar rígido en la posición de mínima curvatura, los objetos que el ojo puede enfocar están, con el paso de los años, cada vez más lejanos. La solución es el uso de lentes bifocales, con dos zonas de distinta graduación.

Estos problemas de visión pueden corregirse mediante el empleo de gafas, de lentes de contacto o por medio de cirugía, utilizando un láser que actúa exclusivamente sobre la córnea, modificando su grosor o sus imperfecciones.

Como recomendaciones generales para proteger la vista están el evitar en los niños malos hábitos como pegarse al televisor, verlo con la luz apagada, o acercar en exceso los libros a la cara.

El cansancio que a menudo observamos al trabajar delante del ordenador se debe a que el ojo relajado es el que está mirando al infinito mientras que para los objetos cercanos los músculos ciliares tienen que tensarse. Los ojos deben enfocar y converger en la pantalla al mismo tiempo, lo cual supone un esfuerzo que acaba notándose tras varias horas de trabajo. Se suele dar el agravante de tener que enfocar a distintas distancias: monitor, teclado, impresora, etc. La prevención pasa por tener un monitor de buena resolución, que genere poca electricidad estática, situarlo por debajo de la línea de los ojos y a unos 50 cm de nosotros y en posición perpendicular a la ventana, para evitar reflejos de la luz. También se recomienda utilizar un atril para los documentos, trabajar con texto negro sobre fondo blanco, no abusar de los colores, y si es necesario, aumentar el tamaño de la letra. Conviene hacer pausas para relajar nuestro sistema visual, cerrando los ojos o enfocando a lo lejos durante algunos momentos.

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