En 1999 saltó la primera gran alarma ante una contaminación con dioxinas en Bélgica de carne de pollo, ternera, cerdo, huevos y productos derivados de ellos. El origen de dicha contaminación fueron las grasas animales empleadas en la fabricación de piensos. En concreto el delito lo cometieron algunas empresas distribuidoras que recogen y reciclan grasas y aceites para venderlos a las firmas procesadoras de alimentación animal que mezclaron aceites de freír usados con aceites mecánicos industriales con alto contenido en dioxinas. En ese momento salió a la luz el hecho de que no existe mucha supervisión en los piensos para el consumo animal y que además en muchos países de Europa se utiliza harina de huesos (triturado de restos y vísceras animales) y grasas animales para la fabricación de los piensos, una práctica prohibida en Inglaterra desde la aparición de la enfermedad de las vacas locas. Es muy cuestionable alimentar a animales herbívoros que sólo comen vegetales, con proteínas animales, y ello con el único afán de provocar un engorde acelerado al mínimo coste. Desde entonces ha habido sucesivos escándalos, por ejemplo, en los Países Bajos en el 2004 y en el 2006, en Irlanda en el 2008, y en Alemania en el 2011. El problema siempre han sido los piensos contaminados con dioxinas.

Qué son las dioxinas

El término dioxina en un término genérico que engloba a una familia de compuestos químicos altamente persistentes en el ambiente. Todos ellos tienen la misma disposición espacial de sus moléculas y la misma estructura básica con un cierto número de átomos de cloro unidos a átomos de carbono, pero no la misma toxicidad. Se habla de dioxina como una abreviación para una sustancia muy tóxica con un formidable nombre químico, el 2,3,7,8 tetraclorodibenzo-p-dioxina (TCDD). El TCDD fue descubierto como un subproducto de la fabricación del triclorofenol, un producto intermedio del proceso de fabricación de algunos pesticidas. No aparece como tal en la naturaleza. En su mayoría proviene de la actividad humana. Las dioxinas se liberan al medioambiente por los procesos de fabricación de papel, por las fundiciones de metales, por plantas químicas y fábricas de elaboración de pesticidas y por las incineradoras de basuras. La mayor fuente de dioxinas proviene de las fábricas que elaboran el popular plástico PVC (cloruro de polivinilo). La dioxina fue el principal componente tóxico del Agente Naranja, un herbicida que contenía 2,4,5triclorofenol, usado durante la guerra de Vietnam para defoliar las selvas y que ha dejado secuelas en algunos veteranos de la guerra.

En síntesis, las dioxinas se forman siempre por combustión térmica de compuestos clorados junto con hidrocarburos. La mayor fuente de dioxina en el medioambiente viene de incineradoras que queman desechos clorados. Y hay que alcanzar temperaturas de entre 800 y 1200 ºC para que las dioxinas se destruyan. Los procesos de combustión a temperaturas relativamente bajas producen mayores niveles de dioxinas que los procesos a altas temperaturas. Desde aquí, desde la atmósfera, por inhalación pasan a los animales, donde se van acumulando.

La población en general puede estar expuesta a las dioxinas como consecuencia de prácticas agrícolas de aplicación de herbicidas; por inhalación de polvo de cenizas o gases emanados de equipos de incineración municipales e instalaciones industriales; y fundamentalmente por la dieta, por la bioacumulación de TCDD en la cadena alimentaria.

Puesto que la dioxina es soluble en las grasas e insoluble en agua (hidrofóbica) se deposita en las partes grasas de los animales y se encuentra principalmente (97.5%) en productos cárnicos y lácteos (ternera, queso, mantequilla, leche, pollo, cerdo, pescado y huevos, en este orden).

¿Cuáles son los efectos sobre la salud?

Todavía no se conocen bien los efectos directos de las dioxinas sobre el hombre. Se sabe que el TCDD es extremadamente tóxico para los animales de experimentación. Seis microgramos de dioxina son capaces de matar a una rata. Se han descrito muy diversas lesiones y síntomas relacionados con la exposición a este producto en el ser humano. A largo plazo provoca un aumento en la probabilidad de padecer cáncer, en particular testicular, de próstata y de mama; también provoca debilidad en el sistema inmunológico, esterilidad masculina, endometriosis en mujeres (es decir, un aumento desproporcionado de las células del útero) y malformaciones (efectos teratogénicos) en el embrión.

Los síntomas de la intoxicación aguda por TCDD son la aparición de cloroacné, una erupción cutánea parecida al acné juvenil, sólo que los quistes pueden aparecer por todo el cuerpo y en los casos más serios pueden durar años. También se producen  alteraciones en la función hepática y daños neuromusculares, con polineuropatías y fatiga y debilidad muscular.

El ser humano no tiene forma de librarse de las dioxinas que ha ido acumulando, excepto dejar que se vayan descomponiendo químicamente en función de su vida media. En la mujer embarazada las dioxinas pueden salir del cuerpo atravesando la placenta para incorporarse al embrión. También están presentes en la leche materna, por su alto contenido en grasas, lo que representa una vía de contaminación para el lactante, por lo que en esta etapa las madres deben cuidar mucho su alimentación.

Desde  1994 las dioxinas son consideradas por la agencia de protección ambiental de USA como un serio peligro para la salud, y desde 1997 están consideradas por la Agencia Internacional para la lucha  contra el Cáncer (organismo perteneciente a la OMS)  como un carcinógeno humano.

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