En abril, alergias mil

 

La primavera no es una estación nada alegre para muchos. Mientras la temperatura invita a disfrutar del aire libre un número creciente de personas ve en las primeras flores del campo el comienzo de las molestias originadas por el polen, uno de los estímulos más potentes de las reacciones alérgicas. Se suman a aquellos que padecen durante todo el año alergia a los ácaros del polvo, a ciertos alimentos, a determinados medicamentos o a los animales.

La alergia (alos «distinto», ergos «reacción, respuesta») es un desorden inflamatorio causado por una respuesta anormal y exagerada que algunas personas desarrollan frente a sustancias ampliamente difundidas en el medio ambiente. Puede presentarse como una molestia banal o llegar a convertirse incluso en una enfermedad mortal, si se complica el temido choque anafiláctico, que es la reacción alérgica más peligrosa. Se caracteriza por una hinchazón de los párpados, los labios o las mucosas de las vías respiratorias que se obstruyen dificultando su función, y puede provocar un edema de la glotis, es decir, la asfixia o un colapso vascular. En casos normales la alergia provoca asma, rinitis, eccemas, urticarias, conjuntivitis, dermatitis...

La reacción del organismo ante sustancias extrañas forma parte de la respuesta inmunitaria y, en principio, es beneficiosa y fisiológica. Sin embargo, en las personas alérgicas, esta reacción ante algunas sustancias que se conocen como alergenos, lejos de ser protectora es perjudicial. El sistema inmunitario protege al organismo de las sustancias extrañas, que se conocen como antígenos, mediante la producción de otras sustancias conocidas como anticuerpos, que luchan contra ellas. Habitualmente el sistema inmunitario no reacciona frente a sustancias consideradas benignas, como los alimentos, y sólo se defiende  de las peligrosas, como las bacterias. Una persona desarrolla una reacción alérgica cuando el sistema inmunitario no distingue las sustancias buenas de las malas y libera un producto químico, llamado histamina para atacarlas, como si fueran peligrosas. La histamina es la causa de los síntomas asociados con las alergias.

En la mayoría de los casos lo que provoca el fenómeno es la reacción de los alergenos con un determinado tipo de anticuerpos, las inmunoglobulinas E (IgE). En todas las personas, incluso en las sanas, las IgE se localizan en la superficie de dos tipos de células, los mastocitos y los granulocitos, que se encuentran en la piel y a lo largo de las mucosas nasales y digestivas. Están por tanto estratégicamente situadas por todo el recorrido que siguen los alergenos.  Más raro es el caso de alergias producidas por mecanismos totalmente distintos, como el encuentro de algunas sustancias (por ejemplo, el cromo de las correas metálicas de los relojes o las proteínas del látex de los guantes de cocina) con determinados linfocitos T (células del sistema inmunitario) de personas alérgicas.

Los síntomas alérgicos son muchos y muy variables en cada persona y según la causa de la enfermedad:

·        Tos, estornudos, dificultad para respirar, respiración silbante, congestión nasal y abundante secreción de moco por la nariz son síntomas que se presentan en las personas que padecen asma.

·        Picor en los ojos, en la boca y en la garganta, congestión nasal, moqueo, tos y estornudos son síntomas de alergia respiratoria.

·        Dolor de estómago, indigestión, ardor, vómitos y diarreas son síntomas de alergia alimentaria.

·        Irritación de la piel, picor, enrojecimiento o inflamación de la misma son síntomas de alergia a medicamentos, a alimentos o a la picadura de insectos.

·        Enrojecimiento, dolor e inflamación de las articulaciones son síntomas de alergias a medicamentos o a alimentos.

Si bien los pacientes alérgicos no pueden modificar su condición genética, es posible retardar o evitar la sensibilización al reducir o eludir el contacto con el alergeno.  Por ejemplo, si el alergeno son los ácaros del polvo es importante procurar una limpieza estricta. No se aconseja todo lo que permita la permanencia y envejecimiento del polvo (moquetas, alfombras, paredes empapeladas, juguetes de trapo o peluche, librerías, cortinas, etc). Es conveniente el uso del aspirador en lugar de la escoba, y utilizar un trapo húmedo para quitar el polvo. Para prevenir alergias alimentarias, es prudente incluir lo más tardíamente posible en la dieta del bebé los alimentos más frecuentemente alergizantes (leche, trigo, huevo, marisco, chocolate, cítricos, etc), prolongando al máximo la lactancia materna. En el caso del asma alérgico, es muy importante evitar la exposición al humo del tabaco. Para las alergias a animales, no cabe más que evitar el contacto con ellos. Si el alergeno es un medicamento hay que prescindir siempre de él y es importante conocer de qué sustancia se trata y cuáles pertenecen a la misma familia para evitar reacciones cruzadas. En el caso de alergia al polen es aconsejable cerrar las ventanas en épocas de máxima polinización, circular en coche con las ventanillas subidas y evitar las excursiones o paseos por la montaña en esas mismas épocas.

Los medicamentos básicos en el tratamiento de las alergias son los antihistamínicos, que contrarrestan el efecto de la histamina y otras sustancias relacionadas, implicadas en la reacción. La vitamina C y los derivados flavonoides que se encuentran en los cítricos actúan como antihistamínicos naturales, mientras que la vitamina A y las vitaminas del complejo B parecen ser unos estimulantes poderosos del sistema inmunitario.

Los corticoides son sustancias que se emplean cuando los síntomas son especialmente intensos, sobre todo en situaciones de emergencia, por ejemplo, las crisis asmáticas graves o el choque anafiláctico. También se emplea con esta finalidad otra sustancia, la adrenalina.

La inmunoterapia, es decir, la vacunación frente a los alergenos, está indicada en algunas situaciones muy concretas. Consiste en administrar semanalmente al paciente pequeñas cantidades de alergeno en dosis crecientes durante varios años para ir desensibilizándolo.

 

Las alergias profesionales, aunque van en aumento debido a la creciente complejidad industrial, tienen una incidencia menor. Son más cambiantes, en el sentido de que determinadas sustancias dejan de emplearse y aparecen otras nuevas que a su vez pueden ser fuente de alergias. Además de esto, la civilización de consumo ha traído consigo sus alergias específicas: los detergentes, las fibras artificiales, los plásticos, los cosméticos, los tintes...

 

En definitiva, las alergias no tienen fácil solución una vez han hecho su aparición, y con excepción de los casos en que se puede utilizar la inmunoterapia, sólo queda tener la precaución de evitar el contacto con el alergeno.

 

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