La gran difusión de las instalaciones de aire acondicionado, junto con una, en general, insuficiente normativa oficial acerca de su limpieza y mantenimiento, propició en años pasados el auge de la legionella, especialmente con la llegada del calor, al unirse las temperaturas cálidas que necesita para su desarrollo, con el uso masivo del aire refrigerado.

La Legionella es un género de bacterias del que existen hasta 40 especies, entre las que destaca la Legionella pneumophila por ser la causante del 85% de las legionelosis. Se encuentra en ambientes acuáticos naturales en concentraciones bajas pero tiene una gran capacidad de supervivencia. Representa un riesgo para las personas cuando coloniza sistemas hídricos construidos por el hombre, como torres de refrigeración, condensadores, sistemas de distribución y canalización de agua, depósitos, fuentes públicas de agua no clorada, duchas o aparatos de aire acondicionado. Para que pueda crecer necesita agua estancada o retenida, a temperaturas entre 20 y 45ºC, preferentemente en presencia de suciedad, óxidos o incrustaciones. La legionella es sensible tanto a la lejía como a las temperaturas superiores a 70ºC, aunque su capacidad de adherirse a las superficies formando biopelículas –donde se encuentra bastante protegida de los desinfectantes– y también el hecho de poder vivir dentro de otros organismos, como protozoos, hace difícil su total eliminación. Por eso lo fundamental es evitar las condiciones que le son favorables.

La ruta de infección es a través de la aspersión de aerosoles de gotas de agua contaminada, susceptibles de ser aspiradas e inhaladas. La legionella necesita un soporte sólido que le dé peso para entrar en los pulmones, y éste suele ser el polvo ambiental. Por eso es más fácil que aparezca un brote en lugares donde existe un foco infeccioso y además se realizan obras. La enfermedad afecta fundamentalmente a adultos a partir de 55 años, siendo el colectivo de riesgo los enfermos pulmonares, los fumadores, diabéticos, ancianos o inmunodeficientes. Para la población en general, y especialmente en los niños, no existen prácticamente riesgos. Si es inhalado no sucederá nada o en el peor de los casos será considerado como un resfriado común.

La legionella puede dar lugar a dos enfermedades distintas. Una se llama fiebre de Pontiac y es un cuadro de tipo gripal de carácter leve que se incuba en uno o dos días, no precisa tratamiento médico y da fiebre, dolor de cabeza, dolor muscular y escalofríos. La otra es una neumonía llamada enfermedad del Legionario, que sobreviene cuando esta misma bacteria afecta a los pulmones. Tiene un periodo de incubación de 2 a 10 días y los síntomas son fiebre alta, tos, dolor muscular, escalofríos, vómitos, diarreas, nauseas, dolor de cabeza, dolor torácico y confusión. En principio, no se diferencia de otros procesos neumónicos pero puede ser fácilmente diagnosticada al detectarse antígenos del microorganismo en la orina. Aunque existe tratamiento antibiótico efectivo es importante el diagnóstico precoz porque puede haber hasta un 10% de fallecimientos debido a complicaciones o a un mal estado de salud previo a la infección.

La prevención de la legionelosis debe abordarse fundamentalmente desde las instituciones, ya que es bastante improbable que en una vivienda normal puedan darse las condiciones simultáneas para que exista la bacteria, habida cuenta además de que el agua que circula por las tuberías está clorada. Pero aun así, conviene conocer algunas recomendaciones:

  1. En los aparatos de aire acondicionado las bandejas de recogida del agua deben tener la suficiente inclinación para permitir su drenaje hasta el desagüe sin que ésta se estanque, o en su caso, las botellas de recogida del agua deben mantenerse limpias. Los depósitos de agua que haya en nuestros edificios deben tener un mantenimiento adecuado, por personal especializado. Es bueno limpiarlos dos veces al año, en primavera y otoño, primero eliminando incrustaciones, algas y materia orgánica que haya en suspensión y luego desinfectando con lejía.
  2. Si hemos estado fuera de casa, por vacaciones, más de 10 días, hagamos correr el agua, primero la caliente durante dos minutos, y luego la fría. Tras dejar que la instalación repose durante unos 10 minutos podemos usar el grifo normalmente.
  3. Podemos limpiar la ducha regularmente para que no se obstruya y no se convierta en un posible foco de legionella, desmontando el difusor y sumergiéndolo en vinagre u otro producto antical durante unas horas. Luego en agua con lejía (un chorro por cada tres litros) durante media hora, aclarándolo a continuación abundantemente.
  4. Si en el baño hay un termoacumulador eléctrico de agua caliente es bueno seleccionar una temperatura superior a 60ºC, y hacer que esté funcionando constantemente en vez de apagarlo cada vez. Si es muy antiguo y tiene óxido es mejor pensar en cambiarlo.
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra página web. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies.