PRIMERA PARTE: HEMATOLOGÍA

 

Si no fuera porque cuando nos dan los resultados de una analítica suelen ponernos al lado los valores mínimos y máximos de referencia, no podríamos ni remotamente saber si estamos sanos o tenemos serios problemas de salud. Tener trescientas mil plaquetas, unos glóbulos rojos con un tamaño medio de noventa fentolitros, treinta picogramos de hemoglobina, o un miligramo por decilitro de creatinina en sangre nos deja un poco fríos. ¿Será ésta la definición de salud? Además, la mayoría de nosotros, cuando observamos algún parámetro que no encaja con los valores estándar desconocemos cómo interpretarlo.

Así que vamos a resumir la información que nos puede aportar una analítica general, sin olvidar que los valores de referencia son un consenso, fluctúan ligeramente según laboratorios y países, y además varían en función de la edad y el sexo de la población, lo cual quiere decir que es posible estar sano y que alguno de los parámetros no se ajuste exactamente a las cifras señaladas, tanto por exceso como por defecto.

Con la muestra de sangre que nos sacan se realizan comúnmente dos tipos de análisis: un hemograma, también llamado hematimetría o estudio hematológico, en donde se analiza el estado de los corpúsculos celulares −glóbulos rojos, glóbulos blancos y plaquetas− y una prueba bioquímica, en la que se miden distintos productos orgánicos y minerales transportados en sangre, como el azúcar, el colesterol, el ácido úrico, la urea, las transaminasas, la bilirrubina o las sales minerales. Ambas partes son necesarias para conocer básicamente si tenemos un buen estado de salud.

Los GLÓBULOS ROJOS, ERITROCITOS O HEMATÍES son las células encargadas del transporte de oxígeno y dióxido de carbono (O2 y CO2), gracias a que contienen una proteína llamada hemoglobina −cuyo color rojo viene dado por la presencia de hierro−, que fija ambos gases: el oxígeno en las arterias, en su camino de ida hacia las células, y el dióxido de carbono en las venas, en el camino de regreso hacia los pulmones.

De los glóbulos rojos se analiza:

-El número de hematíes o glóbulos rojos por mililitro. Cuando el cuerpo observa poco oxígeno en la sangre puede incrementar el número de hematíes en un intento de obtener el máximo oxígeno posible, observándose entonces valores altos. Esto puede ocurrir por el consumo de tabaco, por una insuficiencia respiratoria, o por vivir en zonas de mucha altitud. También se produce un aumento aparente cuando el cuerpo está deshidratado, es decir, cuando tiene menos volumen de líquido en sangre, producido por no ingerir líquidos suficientes, o por perderlos a través de diarreas. Valores bajos pueden deberse a una anemia, al sangrado abundante durante las reglas en la mujer, a hemorragias después de operaciones quirúrgicas, a falta de vitamina C o al consumo de determinados fármacos.

-La hemoglobina. Su cantidad suele ir proporcional al número de hematíes, aportándonos la misma información que éste, excepto en el caso de una enfermedad llamada talasemia, trastorno hereditario que afecta a la síntesis de hemoglobina, en donde hay muchos glóbulos rojos, pero estos son de menor tamaño y tienen poca hemoglobina.

-El tamaño de los glóbulos rojos (llamado VCM, volumen corpuscular medio). En casos de anemia, nos puede indicar de qué tipo se trata. Un VCM alto, es decir, glóbulos rojos grandes, indica que existe un déficit de ácido fólico o de vitamina B12, que hay una enfermedad hepática, o que la persona tiene problemas de alcoholismo. Si el VCM es bajo, los glóbulos rojos son pequeños, lo cual es indicativo de que la anemia es por falta de hierro.

Otras determinaciones que se llevan a cabo son:

-Índice de hematocrito. Es el porcentaje de glóbulos rojos en sangre, es un dato complementario al número de hematíes. Puede ser bajo debido a hemorragias, embarazo, mala alimentación, anemia, artritis reumatoide, leucemia o hipertiroidismo.

-La cantidad de hemoglobina que hay en cada glóbulo rojo (HCM, hemoglobina corpuscular media). Nos dice lo «rojos» que son los hematíes, aportando información complementaria al VCM.

-Velocidad de sedimentación globular (VSG). Estudia cómo se agregan los glóbulos rojos, en función de la concentración plasmática de proteínas (globulinas y fibrinógeno). Nos da una información inespecífica  sobre el estado de salud, no teniendo por sí solo valor diagnóstico, pero permite detectar procesos inflamatorios, infecciones e incluso tumores, y es un dato que se emplea para ver la evolución de los tratamientos contra algunas enfermedades.

Los GLÓBULOS BLANCOS O LEUCOCITOS son las células encargadas de la defensa del organismo. Se dividen en polimorfonucleares, también llamados granulocitos, integrados por los neutrófilos, eosinófilos y basófilos, que son células que tienen un núcleo lobulado y muchos gránulos en su citoplasma y los monomorfonucleares, que son los monocitos y linfocitos.

- El número de leucocitos y la proporción de cada subtipo, nos van a indicar si nos encontramos frente a una infección. En general, en el caso de que se trate de una infección bacteriana aguda o una infección por hongos, aumenta la fracción de los polimorfonucleares, mientras que si se trata de una infección vírica, aumenta el porcentaje de los monomorfonucleares. En casos de alergias o infección por parásitos está aumentada la fracción de los polimorfonucleares eosinófilos. Por otro lado, el número de leucocitos disminuye en los tratamientos de quimioterapia o en enfermedades autoinmunes.

-Los neutrófilos representan hasta un 70% de los leucocitos. Se encargan de fagocitar bacterias y sustancias extrañas que entran en el organismo. Su número aumenta fundamentalmente en presencia de infecciones bacterianas, y entonces suelen aparecer formas inmaduras de los neutrófilos llamados cayados. También hay mayor número de neutrófilos en situaciones de estrés, en enfermedades inflamatorias crónicas, reumatismos o leucemia.

-Los eosinófilos son leucocitos particularmente efectivos para eliminar las larvas de los helmintos. Aumentan si estamos en presencia de enfermedades alérgicas y autoinmunes, asma, rinitis, picaduras de insectos y serpientes, y disminuyen por la ingestión de corticoides.

-Los basófilos contienen histamina, que cuando se libera produce el fenómeno de la inflamación, proceso fundamental que protege contra la infección. Intervienen en las reacciones de hipersensibilidad, que es cuando se encuentran aumentados.

-Los linfocitos tienen por función sintetizar los anticuerpos, regular la respuesta inmunitaria y eliminar las células cancerosas. Su número aumenta en infecciones víricas y disminuye en pacientes con inmunodeficiencias, en leucemia y tras sesiones de radioterapia.

-Los monocitos migran desde la sangre a los tejidos, convirtiéndose en macrófagos, y se infiltran en los lugares de infección. Se encuentran aumentados sobre todo en infecciones víricas y por parásitos, como la malaria, así como en pacientes con tuberculosis, o enfermedades inflamatorias crónicas. Disminuyen con la toma de corticoides.

Las PLAQUETAS son células que circulan por la sangre y se encargan de cerrar los vasos sanguíneos cuando se produce una herida, liberando sustancias que los contraen y al mismo tiempo aglutinándose para formar un coágulo. Huelga decir que los anticoagulantes, como la aspirina,  la heparina o el acenocumarol dificultan su acción. Su cifra nos permite saber si existe algún problema de coagulación −en tal caso los valores serán bajos, y habrá dificultad para cicatrizar las heridas y mayor riesgo de hemorragias− o si por el contrario hay peligro de formación de trombos, cuando los valores son altos, circunstancia que sucede cuando hay infecciones, enfermedades reumáticas o autoinmunes.

En resumen, números irregulares de la serie roja, es decir de los glóbulos rojos, nos revelan fácilmente la existencia de anemias, mientras que cifras anómalas de la fórmula leucocitaria, esto es, de las distintas fracciones de los glóbulos blancos, nos pueden indicar la presencia de infecciones bacterianas, víricas, alergias o enfermedades autoinmunes. Estos datos se complementan con la prueba bioquímica, de la que hablaremos en el siguiente artículo, que permite evaluar la función del hígado, del riñón, del páncreas, estudia el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, hipertensión o diabetes, y nos puede informar de la presencia de tumores o problemas endocrinos.

 

SEGUNDA PARTE: LA PRUEBA BIOQUÏMICA

 

Glucosa

El cuerpo tiene mecanismos para que los niveles de glucosa en sangre estén siempre dentro de límites estrechos, ya que el cerebro es muy sensible a su déficit. Cuando comemos, aumenta la cantidad de azúcar en sangre pero inmediatamente el cuerpo segrega una hormona, la insulina, que recoge casi todo ese azúcar y lo lleva al hígado para almacenarlo en forma de glucógeno. Cuando han pasado muchas horas desde que nos alimentamos por última vez, el cuerpo segrega otra hormona, glucagón y se empieza a liberar esa glucosa desde el hígado a la sangre. Y cuando nos sometemos a un ayuno prolongado, el cuerpo es capaz de fabricar glucosa a partir de las grasas que tenemos acumuladas. Todo ello con objeto de que los niveles de azúcar en sangre se mantengan entre 70 mg/dl y 110 mg/dl. Estos valores pueden verse disminuidos por dietas, entrenamiento intensivo o ayuno, siendo las cifras altas indicativas de diabetes.

Colesterol

Como las grasas no son solubles en agua, para poder transportarse en sangre se combinan con proteínas, existiendo cuatro tipos de lipoproteínas: los quilomicrones, las VLDL, las LDL y las HDL. Los dos primeros transportan principalmente triglicéridos y los dos segundos colesterol. El colesterol es muy importante en el organismo porque a partir de él se fabrican la vitamina D (con el concurso de la luz solar), las sales biliares (fundamentales para digerir las grasas) y las hormonas sexuales. Este lípido favorece la hidratación de la piel e interviene en la formación del recubrimiento de mielina que tienen los nervios. Sin embargo, el organismo es capaz de fabricar más del 80% del colesterol que necesita, así que el que no le demos por la dieta, lo generará él mismo.

Las LDL (lipoproteínas de baja densidad, del inglés low density lipoprotein) se encargan de conducir el colesterol a los tejidos, mientras que las HDL (lipoproteínas de alta densidad, high density lipoprotein) retiran el exceso de colesterol en la sangre y lo llevan al hígado para su posterior excreción. Si hay mucho colesterol circulando en forma de LDL se puede acumular en los vasos sanguíneos formando placas que pueden producir arterioesclerosis.

Los valores recomendados del colesterol total suelen ser menores de 200 mg/dl. Si esta cifra supera los 240 mg/dl hay riesgo de sufrir una patología coronaria y entonces se intentan controlar los valores de HDL y LDL, cuyas cifras deben ser menores de 55 y 130 mg/dl respectivamente. Los valores de colesterol aumentan con la edad, en casos de dietas ricas en grasas y en familias con antecedentes de hipercolesterolemia.

Para mantenerlos bajos, es recomendable una dieta pobre en grasas, que incluya ajo, cebolla, manzanas y verduras, fibra y poca carne.

Triglicéridos

Son grasas que provienen de los alimentos que ingerimos, o bien se han producido en el hígado (a partir de otros nutrientes). Se almacenan en el tejido adiposo y en los músculos, produciendo su exceso sobrepeso u obesidad. Los valores normales están entre 50 y 150 mg/dl. Valores superiores se asocian con riesgo de infarto, angina de pecho, pancreatitis, diabetes, gota o insuficiencia renal. Valores bajos indican desnutrición, hipertiroidismo o malabsorción intestinal.

Bilirrubina

Se trata de un pigmento, producto de la degradación de la hemoglobina de la sangre, que el hígado transforma para convertirlo en componente de la bilis. Sus valores oscilan entre 0.2 y 1 mg/dl y cuando están aumentados indican que el hígado tiene problemas para metabolizarla, por ejemplo ante una hepatitis; que existe una piedra obstruyendo la vesícula biliar, o que estamos en presencia de una anemia hemolítica, donde se está produciendo la rotura de los glóbulos rojos.

Transaminasas

Son enzimas del metabolismo de aminoácidos que permiten valorar la función del hígado. La GOT oscila entre 5 y 39 U/l y la GPT  entre 5 y 45 U/l. Sus valores se ven aumentados durante una hepatitis, cuando las células del hígado se destruyen y estos enzimas pasan a la sangre. También en individuos alcohólicos, que suelen tener el hígado inflamado. Y tras un infarto de miocardio, que destruye algunas células del corazón que contienen igualmente estas enzimas. Del mismo modo, las creatinfosfosquinasas (CPK) también pueden verse alteradas durante una enfermedad hepática, y a su vez, se observa un incremento característico de la fracción MB de las CPK tras un infarto de miocardio.

Otros marcadores hepáticos son la gamma glutamiltranspeptidasa (abreviado gamma-GTP, o GGT) cuyos valores normales están entre 7 y 50 U/l y la fosfatasa alcalina, que se sitúa entre 40 y 129 U/l. Esta última es además un marcador de hueso, encontrándose elevada durante el crecimiento en los niños, y en caso de fracturas o tumores óseos.

Creatinina

Sus valores idóneos van desde 0.6 a 1.4 mg/dl. Es una proteína que proviene del músculo y que se elimina por la orina. Su presencia en sangre sirve para analizar el correcto funcionamiento del riñón. Puede indicar también deshidratación o una obstrucción de las vías urinarias por la presencia de piedras o por el agrandamiento de la próstata.

Urea

Sus niveles oscilan entre 10 y 40 mg/dl. Son una medida de la función renal. La urea es además un producto de la degradación de la hemoglobina por tanto su presencia en sangre puede asimismo indicar sangrado digestivo.

Ácido úrico

Es el producto final de la degradación de las proteínas y se excreta por la orina. Su aumento puede provocar piedras en el riñón, y dar lugar a la aparición de gota, por la acumulación de cristales en las articulaciones, por lo que también se utiliza como una medida de la artritis. Los valores normales están entre 1.5 y 7.7 mg/dl. Puede aumentar a consecuencia de un ejercicio agotador, o por la ingesta de marisco, pescado azul o carnes de caza.

Otros

Las amilasas y fosfolipasas se emplean para evaluar la función pancreática; electrolitos  como el sodio y el potasio, en estudios de hipertensión; mientras que el calcio, fósforo y la hormona paratiroidea se analizan en estudios sobre los huesos. La hormona tirotropina se estudia cuando se sospecha una enfermedad del tiroides, y el cortisol para evaluar la función de las glándulas suprarrenales. Por último, existen marcadores tumorales específicos, como el antígeno prostático específico, PSA, que da positivo en el caso de cáncer de próstata, o el antígeno calcio embrionario, CEA, que se emplea especialmente para el estudio de los cánceres de hígado, estómago y colon.