En la vida de la mujer hay un momento en que los ovarios empiezan a funcionar, que es la pubertad y otro en que dejan de hacerlo: la menopausia. Y así como la pubertad conlleva una serie progresiva de cambios hormonales, que afectan a nivel físico y psíquico, y que hacen de la adolescencia una edad compleja, del mismo modo cuando los ovarios dejan de funcionar se produce otro desequilibrio hormonal en el cuerpo femenino, hasta que éste se adapta a la nueva situación, lo que dura entre cinco y diez años. En esta etapa, llamada premenopausia, las reglas se vuelven irregulares y aumenta el intervalo entre ellas, hasta que transcurre un año desde la última regla y entonces se habla ya de menopausia, que sucede en torno a los 50 años.

Los ovarios no dejan de producir los óvulos y hormonas (estrógenos y progesterona) de una forma repentina, sino que lo hacen gradualmente. Para equilibrar la disminución de la actividad ovárica, la hipófisis incrementará su propia producción de hormonas, y este juego de alternancias es lo que ocasiona algunos trastornos. Es decir, muchas funciones antes reguladas desde los ovarios pasan a estar controladas por la hipófisis, lo que supone en un principio un desajuste. Los síntomas físicos que pueden observarse durante la premenopausia son:

 

·       Sofocos y sudores. La hipófisis es como un termostato del cuerpo. Se regula por el nivel de estrógenos. Al faltar estos, se producen inicialmente alteraciones en la temperatura de la piel. Los sofocos duran entre 1 y 3 minutos, pudiendo producirse hasta 30 al día. El calor se nota especialmente en la cara, cuello y pecho. En contrapartida, se ponen en marcha las glándulas sudoríparas, pero como el mecanismo ya no funciona igual que antes, la sudoración resulta tan intensa que la mujer se siente empapada.

  • Adelgazamiento de la piel. La piel se torna progresivamente más delgada y pierde humedad y elasticidad debido a la falta de colágeno, una proteína que mantiene tersa la piel.
  • Resequedad vaginal: por la misma disminución de los niveles hormonales, el epitelio de la vagina se adelgaza, reseca y se torna menos flexible, lo que causa dolor, inflamación y hasta sangrado, aumentando también el riesgo de infecciones por levaduras y hongos.
  • Trastornos del sueño: los sofocos nocturnos hacen que el sueño profundo necesario para el descanso, a veces no llegue a alcanzarse.
  • Dolores óseos y de las articulaciones.

 

Con la menopausia, se puede producir:

  • Incontinencia urinaria: el recubrimiento interno de la uretra se adelgaza con el paso de los años y los músculos de alrededor pueden debilitarse ocasionando la pérdida involuntaria de orina al toser, estornudar o reírse.
  • Cambios en la memoria: pueden darse lapsos de pérdida de memoria y disminución de la concentración.
  • Aumento de peso.

Las consecuencias más serias de la menopausia, que pueden tardar décadas en ocurrir, incluyen enfermedades coronarias y osteoporosis.

Además de los síntomas físicos, la menopausia representa para algunas mujeres una etapa de crisis psicológica. Se producen trastornos afectivos, irritabilidad, estados de ansiedad, e incluso depresión. El mundo emocional se vuelve más vulnerable. Si los hijos ya se han independizado, la mujer se encuentra frente a frente con su pareja, lo que le obliga a afrontar la viabilidad de su relación. Por otro lado, puede aparecer un sentimiento de pérdida de feminidad y pérdida de juventud, en una sociedad que sobrevalora en extremo la apariencia física.

Cabe decir que estos síntomas no los sufren todas las mujeres, ni con la misma intensidad, sino que las repercusiones psicológicas de la menopausia se encuentran asociadas al nivel de satisfacción personal que la mujer tenga respecto a su  propia vida, a nivel familiar y social.

Para asimilar esta nueva etapa conviene realizar un ajuste en el estilo de vida:

Respecto a la alimentación, necesitaremos un mayor aporte de calcio al día, así como un aporte suficiente de vitamina D, fundamental para la formación de los huesos. Será mejor tomar alimentos bajos en grasa, ya que ahora los estrógenos no pueden protegernos contra la arteriosclerosis. Y evitar los alimentos curados y los ahumados por su alto contenido en sodio, que podrían causar hipertensión.

Puesto que vamos a necesitar dormir más, un poco de ejercicio, por ejemplo, andar, nadar, hacer gimnasia, bailar... evitará el consiguiente aumento de peso y gracias a las endorfinas generadas, tendremos una mayor sensación de bienestar.

Para aliviar los sofocos se recomiendan los tratamientos de hidroterapia, porque estimulan el metabolismo y la circulación. Sin olvidar que lo más práctico es vestirse con muchas capas de ropa, para poder quitárselas según se necesite. La soja en la alimentación también puede reducir los sofocos pues contiene fitoestrógenos, mientras que las comidas y bebidas calientes, o muy condimentadas,  así como el alcohol, el té y el café los pueden aumentar.

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