El sistema inmunológico está formado por un conjunto de células y proteínas que se encuentran en el torrente sanguíneo y también en los tejidos y mucosas, y nos previenen de la acción dañina de bacterias, virus, hongos y otros agentes nocivos. Entre sus componentes principales se encuentran los glóbulos blancos (linfocitos) y los anticuerpos (inmunoglobulinas). La responsabilidad de este sistema es enorme y debe presentar una gran versatilidad para poder reaccionar de forma adecuada con los miles de patógenos potenciales que pueden invadir nuestro cuerpo. Aún no se conocen totalmente los complejos mecanismos fisiológicos implicados en este sistema defensivo, pero se sabe que presenta variaciones en sus «niveles de alerta», y así coloquialmente hablamos de tener altas o bajas las defensas.

Los principales factores que debilitan el sistema inmune son: la malnutrición, es decir, la reducción de determinados nutrientes esenciales en nuestra dieta; los estados de estrés; el desgaste energético intenso; el abuso de tabaco, alcohol, medicamentos o drogas; y la obesidad.

Hay signos evidentes, como pupas en los labios, cansancio mayor del habitual, heridas que tardan en cicatrizar, dolores musculares sin haber practicado deporte, fragilidad en el cabello, picores en la piel o en los ojos, infecciones y resfriados muy continuos, que nos indican que nuestras defensas están bajas.

La medicina popular ha ido atesorando aquellos remedios que han demostrado ser efectivos para mantener «en forma» nuestro sistema inmunológico.

Muchas recomendaciones son de sentido común, sencillos consejos para retomar un estilo de vida más natural: seguir una dieta variada, realizar ejercicio físico de forma regular y llevar un ritmo de vida más sosegado.

Dentro de los nutrientes y plantas directamente relacionados con el sistema inmune podemos distinguir tres grupos de sustancias:

(1)  los inmunoestimulantes, que ejercen una acción directa sobre los glóbulos blancos.

(2)  los antioxidantes, que combaten los radicales libres (subproductos de las reacciones químicas habituales del organismo, y cuyo acúmulo está asociado a una bajada de defensas), 

(3)  y los adaptógenos, productos naturales, plantas en su mayoría, que mejoran el estado anímico de manera inespecífica.

Las sustancias más significativas para potenciar nuestras defensas son:

Ø  Equinacea: El extracto de esta planta hace aumentar la capacidad de reacción de los glóbulos blancos. Es indispensable en caso de infecciones o resfriados. Cuando uno note que está a punto de coger un costipado puede tomar tintura de equinácea como tratamiento base, lo cual produce un estímulo inmunitario natural.

Ø  Zinc: Es principalmente un inmunoestimulante, y en menor medida un antioxidante. Es capaz de aumentar los niveles de linfocitos y  puede inhibir eficazmente el crecimiento de varios virus. Podemos encontrarlo en los mejillones, ostras, pipas de calabaza y de girasol.

Ø  Selenio: este oligoelemento es un mineral clave tanto en la respuesta de los anticuerpos frente a ciertos tóxicos como a la hora de protegernos del envejecimiento, el cual está asociado a un exceso de radicales libres. Lo podemos encontrar en el apio, col, cebolla, marisco y cereales integrales.

Ø  Hierro: Esencial para el buen funcionamiento de nuestro sistema inmunitario y para la producción de glóbulos rojos y la distribución del oxígeno a los tejidos. Las lentejas y espinacas son ricas en él.

Ø  Vitamina A y provitamina A (Betacaroteno): Su déficit disminuye la multiplicación de linfocitos. Juega un papel fundamental en el mantenimiento de la piel y las mucosas. Es especialmente recomendable en caso de infecciones. Se encuentra en la zanahoria, el brecol y las espinacas.

Ø  Grupo vitaminas B: Su carencia produce alteraciones en el sistema inmunológico. De nuevo es importante en el caso de infecciones. Además mejora el sistema nervioso central. Se encuentran en la levadura de cerveza, cereales integrales y verduras de hoja verde.

Ø  Vitamina C: aumenta la producción de interferón (sustancia eficaz en la defensa frente a ciertos virus): esta vitamina es importante para formar colágeno, componente esencial de las membranas celulares. La vitamina C contribuye al mantenimiento de las barreras naturales contra las infecciones. Como antioxidante neutraliza la acción de los radicales libres. Los cítricos, el kiwi, la fresa, el tomate y el pimiento son ricas en ella.

Ø  Vitamina E: Tiene una clara función antioxidante. Además aumenta la respuesta inmunológica. Se encuentra en el aguacate, huevo, mantequilla, almendras y avellanas.

Ø  Flavonoides: son sustancias vegetales de acción antioxidante. Están presentes en numerosas frutas y hortalizas.

Ø  Ajo: Estimula la potencia de los glóbulos blancos. Y además tiene acción bactericida en el sistema digestivo, impidiendo la aparición de parásitos intestinales.

Ø  Gingseng: es un adaptógeno. Aumenta el rendimiento físico, es un vigorizante contra el estrés y la fatiga. A la vez potencia el sistema inmune.

 

Cuando nuestra comida no es equilibrada y/o nos vemos sometidos a mucho estrés podemos recurrir a estos complementos dietéticos o herbales, mientras buscamos la forma de mejorar nuestros hábitos alimenticios y laborales. Si aun así no nos encontramos del todo bien, en vez de automedicarnos, vale la pena recurrir a un especialista.

 

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