Se denomina halitosis al mal olor del aliento que se percibe en algunas personas cuando respiran o abren la boca. Las causas son variadas; si es ocasional puede deberse a la ingestión de determinados alimentos y si es más continuado con bastante probabilidad estará causado por una mala higiene bucal, que hace que los restos de comida que quedan en la boca se pudran.

La saliva es un elemento fundamental en la salud de la boca, porque se encarga de mantener un pH casi neutro, importante para evitar la aparición de bacterias nocivas y para conservar el esmalte dental, que se deteriora a pH acidos. Además contiene sustancias específicas para luchar contra la caries y las infecciones, como son la lisozima que es bactericida, la lactoferrina que secuestra el hierro, elemento vital para muchas bacterias, y las inmunoglobulinas, anticuerpos que detectan toda sustancia extraña. Casi siempre el mal aliento va acompañado de una escasa producción de saliva. Normalmente segregamos entre 1 y 2 litros de saliva al día, a una media de 1 ml por minuto, velocidad que cambia a lo largo del día. La producción de saliva tiene un ritmo circadiano, siendo mínima por la noche. Esa es la razón del mal aliento matutino, que suele ser bastante generalizado y que no es preocupante. La fabricación de saliva disminuye con los años, de ahí también el mal aliento de algunos ancianos. Otras causas de sequedad bucal suelen ser el respirar por la boca en vez de por la nariz, el fumar en exceso y la ingestión de medicamentos ansiolíticos, tranquilizantes, antidepresivos, diuréticos o antihistamínicos.

La lengua a su vez es un indicador de nuestro estado de salud y su color puede hacernos sospechar una u otra enfermedad. Hipócrates recoge distintos casos de diagnóstico por la observación de la lengua, y su uso se ha mantenido, siendo lo primero que hoy en día hace el médico cuando vamos a su consulta. La lengua tiene un sistema de autolimpieza y su color natural es el rojo claro. Cuando no puede ejercer esta limpieza, por falta de saliva, o por otras limitaciones, observamos una capa blanquecina llamada saburra, que contribuye al mal aliento, y que está compuesta de células muertas, bacterias, restos de alimentos y un líquido blanquecino producido por la lengua.

Los responsables del mal aliento, además de una baja producción de saliva, son fundamentalmente el haber comido determinados alimentos de alto contenido en azufre, como cebollas, ajos, pescados o embutidos (ya que una vez digeridos en el intestino, los compuestos sulfúricos se absorben por la sangre y en los pulmones se expulsan con el aire que expiramos) y las infecciones del aparato digestivo: caries dental, inflamación de las encías, amigdalitis, bronquitis o gastritis crónica. Aquí el olor lo producen los compuestos volátiles generados por las bacterias causantes de la enfermedad. Otras causas de halitosis son el estreñimiento (porque como el intestino grueso no se vacía regularmente, las toxinas y gases producidos se acumulan y pueden pasar a través de la sangre a los pulmones donde de nuevo se eliminan con el aire que expiramos), y determinadas enfermedades como la diabetes (que provoca un característico aroma frutal o a esmalte dental) y la insuficiencia renal (que genera un olor a orina).

Para combatir la halitosis se recomienda especialmente mejorar la higiene bucal. La caries es una causa común de mal aliento, siendo sus estados previos el sarro, formado por material orgánico que se deposita en el cuello de los dientes y hace que se inflamen las encías, y la placa, que es una capa de color grisáceo formada por células muertas, microorganismos y restos de comida que se adhiere a la superficie lisa de los dientes. Por eso es importante visitar al dentista regularmente y hacerse una limpieza bucal. Hay que cepillarse los dientes después de las comidas y antes de acostarse, cepillando también la lengua. Es bueno utilizar el hilo dental, para quitar los restos de comida de entre los dientes y emplear un elixir bucal, puesto que enjuaga la boca con oxígeno, atacando así a las bacterias nocivas, que son anaerobias.

Para prevenir la sequedad bucal es preciso beber mucha agua y para estimular la secreción salival beber zumos de frutas o masticar chicle sin azúcar. Para mejorar el aliento se puede hacer gárgaras con agua tibia salada, o con una cucharada de agua oxigenada al 3% diluida en media taza de agua. Podemos también utilizar enjuagues bucales, aunque la mayoría lo que hacen es disimular el mal olor, tan sólo lo neutralizan aquellos que contienen zinc y benzoato sódico. Un remedio en casos urgentes puede ser masticar perejil o tomar una infusión de menta. Otras plantas útiles son la alfalfa, el clavo, la raíz de jengibre, el hinojo, la salvia, el romero o las semillas de anís.

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