Desde la más remota antigüedad se ha utilizado el Aloe vera por sus virtudes medicinales y cosméticas. Se dice que los chinos fueron los primeros en usarla, siendo conocida también en la India y en Egipto. El papiro Ebers, conservado en la Universidad de Leipzig, y datado del 1500 a.C. habla de sus valores curativos.

Asimismo, nos han quedado documentos históricos de los romanos, entre ellos Plinio el viejo y Galeno, que prueban que el aloe formaba parte de su botiquín terapéutico. Dioscórides también comenta ampliamente esta planta en su libro Materia médica, escrito  en el siglo I d.C.

Tras años de olvido, nuevamente el aloe empieza a ser recuperado a nivel popular, si bien en algunos casos, debido al afán comercial, la propaganda suele exagerar sus efectos benéficos.

Por su aspecto carnoso la planta puede confundirse con un cactus o con una pita, sin embargo pertenece a la familia de las liliáceas, junto con el ajo, la cebolla, el tulipán o el espárrago. Sus hojas se disponen en grandes rosetones, con pequeñas espinas en los bordes. Dos circunstancias desfavorables para su crecimiento son el exceso de agua y el frío por debajo de los 0ºC. Al ser originaria de zonas tropicales, necesita lugares soleados, cálidos y con mucha luz.

Del aloe se extraen dos productos totalmente diferentes: el gel y el látex (también llamado acíbar). Mientras el primero es inocuo y se emplea sobre todo por vía tópica, el segundo se ingiere, tiene un efecto laxante muy potente y en dosis elevadas puede incluso ser mortal. Por eso, lo que encontramos en tiendas y herboristerías son los productos derivados del gel, estando el acíbar sometido a restricciones legales en la mayoría de los países.

ACIBAR

A partir de la incisión trasversal de las hojas frescas rezuma un líquido de color amarillento oscuro, gusto amargo y olor nauseabundo. Es el látex, producido en la capa de células secretoras que se encuentran justo debajo de la cubierta externa de las hojas. Este exudado se condensa mediante calor, obteniéndose al final un producto solidificado de color marrón, cuyos principios activos son las antraquinonas, principalmente la aloína. Suele incorporarse pulverizado a preparados farmacéuticos laxantes. Su dosificación ha de ser precisa debido a su efecto drástico. A dosis bajas, se utiliza como digestivo, mientras que a dosis mayores se comporta como laxante e incluso purgante. Si se usa en exceso produce cuadros diarreicos, cólicos intestinales, desequilibrio electrolítico y dependencia de laxantes. Su uso se desaconseja en niños, en personas con hemorroides, y en mujeres embarazadas por promover las contracciones uterinas.

GEL DE ALOE

Cuentan que fue Aristóteles quien aconsejó a Alejandro Magno conquistar la isla de Socotorra, en el sur de Arabia, y así utilizar los áloes que allí crecían para tratar las heridas de sus soldados. Y es que el aloe, conocido popularmente como la planta de las quemaduras, fundamentalmente se utiliza para tratar problemas de la piel, como ampollas, cortes e irritaciones. El gel proviene de la porción interna de las hojas y tiene un aspecto gelatinoso y trasparente. Los que tienen la planta en su balcón, llegado el caso pueden cortar la hoja y extraer esta gelatina o sujetar la hoja directamente sobre la herida con una venda tras haberla cortado en canal. A partir del gel se preparan también productos concentrados, en extracto o a base de aceites para uso externo y zumos de aloe, de uso interno. Los principios activos del gel son los polisacáridos mucilaginosos, aunque contiene una serie de aminoácidos, esteres, taninos, vitaminas y otras sustancias como el ácido salicílico que le dan sus propiedades antisépticas, regeneradoras y antiinflamatorias.

La eficacia del gel varía dependiendo de la especie utilizada (la adecuada es Aloe barbadensis miller), la edad de la planta (entre 3 y 5 años), si la hoja está sana y el procesado que ha sufrido el producto.

El proceso de separación mecánica entre el acíbar y el gel no siempre es total, y aunque el gel no debe llevar antraquinonas, en preparaciones caseras o en aquellas no muy rigurosas puede que queden algunos restos. Esto no tiene mucha importancia para su uso externo, pero sí en los zumos o diluciones del gel que se utilizan por vía oral.

Además de su uso en quemaduras domésticas, producidas por tocar una plancha encendida, un horno caliente o por salpicaduras de aceite, se utiliza para refrescar la piel en caso de quemaduras solares, sirve como filtro solar contra los rayos ultravioletas, disminuye las manchas de la piel a largo plazo, mejora los eccemas e irritaciones locales, elimina las bacterias y depósitos de grasa que tapan los poros, y alivia la piel después del afeitado o la depilación. Se puede incluso usar en el cuero cabelludo, para tratar la caspa o el pelo graso. Y hay quien la recomienda en enjuagues bucales para mejorar las encías sangrantes. Los beneficios de su uso por vía interna no están probados científicamente.

 

 

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